Radiación ultravioleta


La radiación ultravioleta es el factor ambiental más común que afecta a la piel, mientras que la radiación ultravioleta es la principal responsable de sus propiedades nocivas. La exposición crónica y excesiva a la luz solar a menudo conduce a efectos adversos de aparición temprana, como eritema o quemaduras solares, y síntomas tardíos de envejecimiento acelerado de la piel e incluso carcinogénesis post-solar. Se ha demostrado que la exposición excesiva a la radiación ultravioleta aumenta significativamente el riesgo de cánceres de piel pigmentarios y no pigmentarios: melanoma y carcinoma de piel escamosa. La radiación UVB (ultravioleta de onda corta) con una longitud de onda de 280-315 nm representa el 5% de la radiación UV que llega a la superficie de la tierra, el resto es radiación UVB. La acumulación de daño en el ADN por los rayos UV es mutagénica de una manera compleja, por un lado, daña las vías que conducen a la apoptosis de las células dañadas y, por el otro, promueve la proliferación de células inmaduras alteradas. Bajo la influencia de la radiación UV, la "formación de dímeros de pirimidina, dímeros de timidina o dímeros de timina con citosina y fotoproductos 6,4, daña el ADN de las células epidérmicas". Los efectos mutagénicos directos y la inmunosupresión local en la piel son causados principalmente por la radiación UVB, que es aproximadamente 1000 veces más mutagénica que la UVA (radiación ultravioleta de onda larga); sin embargo, los rayos UVA indican daño directo al ADN celular.

También el solárium muestra sus efectos cancerígenos. Las dosis de radiación UVA emitidas por las lámparas de bronceado superan con creces las dosis a las que la piel es vulnerable cuando se expone a la luz solar, lo que puede provocar defectos en los mecanismos de defensa. Los estudios científicos sobre el efecto de la radiación ultravioleta artificial en el cáncer de piel han demostrado que el uso frecuente y prolongado de un solárium aumenta el riesgo de melanoma y carcinoma de piel escamosa. Como resultado de numerosos estudios, en 2009 la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer clasificó la radiación emitida por las lámparas solárium como un factor cancerígeno en relación con los cánceres de piel, así como otros cancerígenos, como compuestos de arsénico, alquitrán de hulla y hollín. Es inquietante que el uso de un solárium y la exposición excesiva al sol sean comunes entre los jóvenes que sucumben fácilmente a la imagen de piel bronceada "a la moda" y presentada de manera atractiva en los medios de comunicación [13].